ORÍGENES MÍTICOS DE LA MASONERÍA
En el año 1823, el hermano Olivier escribía: «Nuestra sociedad existía antes de la creación de este
globo terrestre, por entre los diversos sistemas solares». A raíz de esta
frase, algunos hermanos afirmaban, que la masonería estaba viva antes de la
creación de la tierra y se encontraba distribuida por el cosmos. No olvidemos, por otra parte, que los rituales
comparan a la logia con el universo y que los iniciados trabajaban bajo la
bóveda cósmica y en presencia del sol y de la luna.
Los antiguos textos masónicos, que datan de la
época en que los masones tenían todavía, como tarea principal, crear edificios,
se preocupan por establecer una genealogía mítica. En sus Constituciones,
Anderson precisaba: «Adán, nuestro primer padre, creado a imagen de Dios, el
Gran Arquitecto del universo, debió de tener las ciencias liberales,
especialmente la geometría, escritas en su corazón».
En este supuesto la masonería quería probar que
conservaba el recuerdo del origen de todo y que la institución iniciática poseia un origen divino. Como escribe el hermano autor de un documento titulado “Los
auténticos Hijos de la Luz”, «no vivimos en el tiempo histórico, profano, sino
en el tiempo sagrado».
Personajes de la antigüedad
fueron grandes iniciados: Solón el legislador, el profeta Moisés, el
matemático Tales, el geómetra Pitágoras, el mago Zoroastro. Estos sabios tenían un punto en común: el
conocimiento de la geometría, arte supremo que nos enseña a medir y a construir. Indispensable para toda clase de sociedad, tanto para los
mercaderes como para los maestros de obra. Por la voz de la geometría, el Gran
Arquitecto se expresa y revela sus secretos.
El sucesor de Adán fue Lamech, cuyo
nombre hebreo significa «fuerza». Encontramos aquí una analogía con los tres
pilares del templo masónico; el primero es el pilar Sabiduría, el segundo el
pilar Fuerza, el tercero el pilar Belleza. Tras el tiempo de la Sabiduría,
inaugurado por Dios, llegó el de la Fuerza confiado a Lamech.
Los hijos de Lamech hicieron prodigiosos
descubrimientos gracias a la iniciación masónica. Jabal creó una geometría muy
avanzada y la música, Tubalcain la alquimia y el arte de forjar. Por lo que a
su hermana se refiere, organizó ritos iniciáticos femeninos a partir del
tejido.
Pero la humanidad comenzaba a olvidar la voluntad
de Dios y a extraviarse en la ignorancia. Los hijos de Lamech, previendo una
catástrofe, inscribieron los resultados de sus descubrimientos en dos grandes
columnas de piedra. Llegó entonces el diluvio que sumergió a los
impíos y las dos columnas, sin embargo, escaparon de la destrucción. Cuando la
cólera divina se hubo apaciguado, Hermes las encontró;
comprendiendo la importancia de las revelaciones inscritas en la piedra,
decidió transmitirlas a los hombres capaces de hacerlas revivir.
Hermes reconstruyó logias en Babilonia, donde
adoptó el nombre de Nemrod. Edificó, con la ayuda de los nuevos masones,
palacios, torres y templos. Trabajó también en Nínive y mandó a treinta
hermanos a Oriente, para que el esoterismo masónico fuera conocido por toda la
tierra.
Nemrod enseñó a los masones los signos y los
tocamientos rituales que les permitirían reconocerse entre sí en el pais que fuere. Les recomendó que se amaran los unos a los otros, que evitaran cualquier
querella y que veneraran a sus maestros que poseyeran los secretos del arte. Cuando Nemrod murió, Dios lo transformó en estrella
y le colocó en los cielos; levantando los ojos hacia la bóveda cósmica, los
hermanos podrían orientar sus pasos guiándose por la estrella de Nemrod.
Abraham, tras haber recibido la investidura
masónica, enseñó las ciencias secretas a los egipcios, Euclides fue su
discípulo y le sucedió, desplegando una intensa actividad: construcción de
templos, de claustros, de puentes. Euclides recomendó a los hermanos que mantuvieran
las leyes divinas escritas en sus corazones y eligieran a sus futuros maestros
en función de su sabiduría. Nunca, decía Euclides, elegiréis como maestro a un
hombre que no esté iniciado en el arte de construir o que carezca de
inteligencia; no seáis esclavos de los sentimientos, ni de la fortuna, ni del
nacimiento. Permaneced fieles al rey de vuestro país y preservad eternamente el
sagrado nombre de «hermano».
Casi todos los masones del mundo se reunieron en
Jerusalén para construir un gran templo. Terminado el trabajo, se distribuyeron
por los cuatro continentes y difundieron los principios de la masonería en
Oriente y Occidente. Algunos acontecimientos históricos se ocultan, tal
vez, tras esos relatos mitológicos; es muy difícil identificarlos pero lo
importante sigue siendo la filiación simbólica que la antigua masonería
consideraba esencial.
Los masones «modernos», en su gran mayoría,
consideran ridícula esta mitología. Como escribía el hermano Lantoine, «el
error de la mayoría de los escritores masónicos consiste en la preocupación que
sintieron y en el intento que hicieren de fundamentar la historia de la
institución en su simbolismo». Los trabajos más recientes, por el contrario,
muestran que la evolución de la masonería está íntimamente ligada a la mayor o
menor comprensión del simbolismo del que es depositaría. Como Jean Palou,
consideramos que la parte más interesante de las viejas Constituciones es, precisamente,
la leyenda que acabamos de contar; mucho más que los textos legislativos,
preserva un espíritu esotérico que es la sustancia viva de la masonería.
En el manuscrito Dumfries nº 4, que data de 1710,
leemos este significativo dialogo entre dos hermanos:
Pregunta: ¿Dónde está, la
llave de nuestra logia?
Respuesta: En una caja de
huesos cubierta de rugoso pelo.
Pregunta: Decid las
características de esa caja.
Respuesta: Mi cabeza es la
caja, mis dientes son los huesos, mis cabellos es el pelo.
Esta caja misteriosa, donde se ocultan los secretos
de la masonería, es el propio hombre. No el hombre profano, sino el iniciado
que escapa de la inmovilidad de la muerte. La mitología masónica es, pues, una
enseñanza simbólica y no una rigurosa construcción histórica, Por eso, en los
antiguos textos se encuentra con frecuencia la referencia a un manuscrito que
data de los orígenes del mundo. Contiene el secreto del arte real, obras
inmortales realizadas por los grandes maestros.
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