LAS TRADICIONES DE LAS CORPORACIONES
La historia
de la Francmasonería lo
mismo que la historia
del mundo, tiene su base en la
tradición. Lo que
el Pastor Anderson atribuye
en las primeras
páginas de su
Libro de las Constituciones a la Historia, es tan
solo la historia de
la corporación de
constructores tal cual
se encuentra en
las antiguas constituciones y
cuyo carácter tradicional
no puede ponerse
en duda; Historia real
del arte de
construir, del que
se ocupa especialmente. Sencilla,
clara y breve, adaptada
á la inteligencia
de aquellos á
quienes se destinaba,
la encontramos en los
antiguos documentos; más
tarde la cultura
intelectual del pueblo exigía,
en sus progresos,
mayor aplicación de ciencia
demostrativa y de
argumentos convincentes; por esta
razón la encontramos
en los anales
de fecha más reciente, adornada
de mayores detalles,
ostentando cierta erudición antes
desconocida. En el
documento descubierto por Halliwell
en la antigua
biblioteca real del Museo Británico, y publicado
en 1840, esta tradición
ocupa solamente ochenta
y seis líneas
ó versos.
He aquí
un extracto de este documento, tal como ha
aparecido en estos
últimos tiempos:
Que el
Todopoderoso, Dios eterno, proteja
nuestros trabajos y
nos conceda la
gracia de gobernarnos
de tal modo que
podamos conformarnos en
esta vida con sus
designios y obtengamos después
de nuestra muerte
la vida eterna.
Queridos
hermanos y compañeros:
Vamos á
contaros de un
modo claro y
sucinto, cómo empezó este
importante arte, cómo
mereció la protección de
grandes reyes, de dignos
príncipes y de
otras muchas y muy
respetables personas. También
queremos haceros conocer,
á los que lo
deseen, los deberes
que todo fiel
masón está, en conciencia,
obligado á cumplir.
Hay siete
ciencias libres; la
gramática, la retórica,
la dialéctica, la aritmética,
la geometría, la música
y la astronomía, fundadas
todas en una
ciencia, la geometría,
por medio de la
cual el hombre
aprende á medir
y á pesar,
y que es indispensable á los
mercaderes y á
los miembros de todas
las corporaciones.
El principio
de todas las ciencias
fue descubierto por los
hijos de Lamech: Jabal, el
mayor, descubrió la
geometría, y Tubalcain, el
arte de forjar.
Para que sus prodigiosos descubrimientos no se
perdiesen y pasaran
á la posteridad los escribieron
en dos pilares
de piedra, de
los que Hermes encontró uno,
estudió las indicaciones
que contenía y enseñó en
seguida á otro
lo que él había
aprendido. En la época de
la edificación de
la torre de
Babel, el arte
de construir, empezó
á adquirir importancia,
y el mismo rey
Nemrod se hizo albañil (masón)
y demostró gran
predilección por este arte,
para la construcción
de la ciudad
de Nínive y otras. Nemrod envió
treinta masones á
quienes hizo recomendaciones especiales:
“Sed fieles unos
á otros, amaos sinceramente y
servid con fidelidad
á los que
tengan autoridad sobre vosotros, para
que de este modo
me honréis á mí que soy
vuestro amo y os
honréis vosotros mismos.”
En fin,
cuando Abraham fue
á Egipto con su
mujer, enseñaron á
los egipcios las
siete ciencias y
formaron un discípulo,
Euclides, que se
distinguió especialmente en
estos estudios. Euclides
llegó á ser
maestro en las
siete ciencias: enseñó la
geometría y dictó una regla de
conducta en los siguientes términos:
En primer lugar
debían ser fieles
al rey y al
país á que pertenecieran: amarse
y ser fieles
entre sí: darse el
nombre de hermanos
ó de compañeros.
Debían elegir por maestro
al más sabio,
sin tener en
cuenta para esta elección la
amistad particular, las
condiciones de nacimiento
ó de riqueza,
sino las dotes
de sabiduría y de prudencia;
todos se obligaban
bajo le fé
del juramento á observar todas
estas prescripciones.
Mucho
tiempo después, el
rey David emprendió
la construcción de un templo,
que se llamó el
templo del Señor en Jerusalén. Amaba
mucho á los masones
y les comunicó los reglamentos y
los usos que
Euclides le había
trasmitido.
Á la
muerte de David,
Salomón terminó la
construcción del templo: envió
masones á diversos
países y reunió 40.000 obreros en piedra á quienes
se les llamó también masones:
de entre ellos
escogió tres mil que
fueron llamados maestros y directores
de los trabajos.
También existía
por aquel tiempo
en otro país
un rey á quien
sus súbditos llamaban
Iram (Hiram), el
cual proporcionó á Salomón
las maderas de
construcción para el templo.
Salomón confirmó los
reglamentos y las
costumbres que su padre había introducido
entre los masones:
de modo que el arte
de la masonería
se había afirmado
en el país, en Jerusalén y
en otros muchos
reinos y estados
(1).
Miembros inteligentes
de estas asociaciones
viajaban por el extranjero
para instruirse y
enseñar y de este modo,
un excelente masón,
Ninus (Mannou) Gracus,
fué á Francia á
establecer la masonería.
Inglaterra no
disfrutó de este
género de instituciones hasta el
tiempo de San
Alban. En esta
época, el rey
de Inglaterra, que era
pagano, encerró con
una muralla la ciudad de San Alban,
confiándose á este
santo la dirección
de la obra. San Alban
retribuyó con buen salario á
los masones, y obtuvo del
rey para ellos
cartas de franquicia
que les permitían
reunirse en asamblea
general. Presidió la
recepción de nuevos masones y
les dictó reglamentos para
su orden y gobierno.
Poco después
de la muerte de
San Alban, varias
naciones extranjeras hicieron
la guerra á
Inglaterra, de modo que
poco á poco estos
reglamentos dejaron de
estar en vigor
hasta él reinado
del rey Athelatan. Este
monarca era un príncipe digno: pacificó
su reino y
ordenó la edificación de numerosas
abadías, de muchas
ciudades y de
otros grandes trabajos y
quería mucho á
los masones; pero
su hijo Edwín, que
practicaba con entusiasmo
el arte de la geometría, los
favoreció más todavía.
Fue recibido masón y
obtuvo del rey su padre una carta de
franquicia y la autorización
de convocar cada
año á todos
los masones, para comunicarse recíprocamente las
faltas que se
hubieran cometido y
las transgresiones de
que se hubieron
hecho culpables y
castigarlas. El mismo presidió en
York una de estas asambleas,
recibió nuevos masones,
les dio reglamentos
y estableció costumbres.
En la reunión de las asambleas, invitó á
todos los masones,
tanto á los nuevos
como á los antiguos,
á comunicar á sus
compañeros cuanto supieran
acerca de los
usos y obligaciones
impuestas á los masones en
el extranjero y
en otras partes
del reino. Cuando
respondieron á esta petición presentando escritos pedidos, encontrándose
algunos en francés,
otros en griego, en
inglés y en
otras lenguas, convenían
y eran idénticos en
cuanto al objeto
que les inspiraba.
Edwin los reunió todos
en un libro,
en el que decía el
modo como se había
realizado este descubrimiento. Recomendó
y ordenó que este
libro fuera leído
y comentado cada
vez que se recibiese
á un nuevo masón,
y antes de
hacerle conocer las obligaciones que le
imponían. Desde entonces
hasta nuestros días, los
usos y prácticas
de los masones
se han conservado
bajo la misma
forma en el
límite del poder
humano.
En diversas
asambleas se establecieron
leyes y ordenanzas
necesarias ó útiles,
según la opinión
de los maestros
y de los principales compañeros.
Tal es la
antigua tradición, basada
en ciertos relatos históricos transmitidos
de generación en
generación, que constituyen la
historia verdadera, auténtica
del arte de construir.
Todos saben que
este arte, principio
de toda civilización,
florecía ya entre los
pueblos do la
remota antigüedad, y se
puede inferir que
desde entonces, los
obreros masones debían estar
organizados regularmente. De
todas suertes nada prueba
que la historia
de la Sociedad
de los Francmasones pueda
remontarse hasta estos
primitivos tiempos.
Se comprende
fácil y naturalmente que
los miembros de las
corporaciones de masones
de la Edad
Media, procurasen añadir
importancia y dignidad
á su institución,
atribuyéndola un origen
tan antiguo y
confundiendo con este propósito, la
historia de su
arte y el
de la Asociación,
para lo que hasta
cierto punto, estaban
realmente autorizados.
No sucede
lo mismo con
los francmasones, en
la verdadera acepción
de la palabra, los
cuales deben adoptar
para constituir la historia de
su institución, en
que solo se
construye simbólicamente, un
punto de partida
distinto y conservar
al documento notable
que acabamos de
reproducir su carácter tradicional.
Del hecho
de que el
templo de Baal
de los Babilonios, de que las
construcciones de los
persas y el
templo de Jerusalén
tuvieran una forma
cuadrada: de que
la tumba de Ciro
fuese rectangular y
de que las piedras
de los edificios de
Babilonia ofreciesen inscripciones
en su
parte inferior, no
se puede deducir
absolutamente nada que se refiera á
la historia de la
Sociedad de los Francmasones. Todas las tentativas hechas
para remontar esta
historia á época anterior á la
Edad Media han
fracasado hasta ahora
y es casi seguro
que no obtendrán
en lo sucesivo
mejor fortuna.
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