LOS GUILDOS
Volviendo a la sombría
época de la
edad media, encontramos
ya en sus
albores, sociedades juramentadas,
formadas para la
defensa común contra
los enemigos exteriores primero, y
después contra los del
interior, pero en
particular contra los
grandes poseedores de
bienes, que abusaban de
su poder. Más
tarde, la creación
y la extensión de las
ciudades en las que
se reconcentraban y se
reunían muchos hombres libres, cuando el
comercio empezó a adquirir desarrollo
y fueron perfeccionándose los
oficios, se formaron también en el
interior de estas
poblaciones, cofradías juramentadas,
guildos y gremios de
los que formaban parte
los ciudadanos; de estas
cofradías encontramos huellas
evidentes en los más antiguos
recuerdos que nos
quedan de la historia del pueblo
alemán. La existencia
de estos guildos
protectores, (durante el siglo
XIII) en la mayor parte de las ciudades
alemanas, está garantizada,
por las relaciones
que han llegado hasta
nosotros y que hacen de
ellos mención y por varios
estatutos que de
estas cofradías se
han conservado. Tenían
a su frente un
presidente (Stuhlbruder, Alderman,
Maestro); para la
recepción de un miembro
era necesaria la
fianza; el despacho
de sus asuntos
se hacía en asamblea
regular, donde se
discutían igualmente todas
las empresas. La admisión de los
hijos de los
miembros se facilitaba por todos
los medios. Sin
embargo, como los guildos de
las ciudades se aislaban
completamente de los obreros,
estos formaron a su vez
entre sí corporaciones. Aun cuando
no poseamos prueba
auténtica alguna de la
existencia de estos
últimos antes del
siglo XII, no podemos
ponerla en duda,
porque, como hace
notar Winzer con razón,
pueden haber existido
durante mucho tiempo, antes
de que se
pensase en darles
constituciones escritas.
Una vez
autorizadas, reclamaron privilegios
y entonces se hizo
sentir la necesidad
de darles constituciones escritas.
En estas
corporaciones eran admitidos
todos los que habían
nacido libres, observaban
una vida irreprochable
y conocían su oficio; todos
los miembros gozaban
de iguales derechos, tenían las
mismas obligaciones y se consideraban
hermanos. Lo mismo
ocurría entre los
tallistas de piedra.
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